Escúchame en tu móvil: RSS
Generalmente se entiende el dinero como una herramienta para el intercambio: yo te doy tanto y tú me das esto o lo otro. Así ha sido durante siglos y siglos, incluso mucho antes de aparecer el dinero como lo conocemos hoy (monedas, billetes y números en una pantalla de ordenador).
Sí, porque el dinero es mucho más que un billete. Y no, el dinero no es sinónimo de billete. De hecho, se piensa que el dinero desaparecerá porque lo harán los billetes y monedas y no será así, ya que siempre se usará “algo” como tasa de intercambio para comerciar con otras personas.
También se piensa que es posible vivir sin dinero. Me temo que es no es posible en ningún caso, a no ser que se viva aislado de la sociedad. En el momento en que una persona vive rodeada de otras personas, se usará dinero, de una manera o de otra.
Bien, ahora que hemos explicado qué es y qué no es el dinero, vamos a desarrollar un poco más esta idea que me ronda la cabeza desde hace tiempo.
Como decía, el uso principal del dinero es conseguir cosas a cambio. Presumiblemente serán cosas que vas a usar de forma habitual o puntual. En cambio, en el desarrollo de nuestra relación con el dinero, están surgiendo otras tendencias que quizá no hemos hecho tan conscientes.
Antes de irnos a la más inconsciente, quiero pararme en una que se suele ver bien en el ojo ajeno, como la paja, pero que en el propio cuesta más, al menos por lo general.
Se trata de usar el dinero como carné de procedencia social. Tienes tanto, entonces perteneces a este estrato social. Claro, aquí lo que se juega es a:
- Quiero mucho porque necesito estar en algún estrato de poder adquisitivo alto.
- O quiero pero no lo hago consciente, y me reafirmo en mi papel de “pobre”, y además muestro rechazo hacia las personas que tienen un poder adquisitivo mayor al mío.
Vamos ahora con el último de los usos que quiero comentar en este post. Se trata del dinero como placebo. Esto es usar dinero y satisfacer inmediatamente una necesidad, sin haber disfrutado del bien (producto o servicio) comprado.
Vamos con un ejemplo: necesito mejorar mi alimentación y me desespero porque creo que no seré capaz de hacerlo. Esta forma de pensar, me lleva a comprar un curso de alimentación sana (buenísimo, por cierto). El curso me llega a mi correo, como todo infoproducto, pero no lo abro. Tengo cosas más importantes que hacer. Y como por arte de magia, empiezo a ser más consciente de la alimentación que estoy siguiendo y la mejoro poco a poco.
No he necesitado el curso para conseguir mi objetivo, pero sí he necesitado tomar la acción de pagar y gastarme el dinero en el curso para que la mejora se produjera.
Aquí tengo que aclarar que es posible que si hubiera hecho el curso, mi alimentación hubiera mejorado mucho más, pero debemos pensar que no siempre queremos llegar a la excelencia, y que en muchas ocasiones con pequeños cambios ya cumplimos nuestros objetivos.
Si te ha gustado este artículo o el episodio del podcast, te recomiendo que entres en Cultura Económica, mi escuela de finanzas, donde podrás aprender todo lo que necesitas saber sobre tu dinero y no te enseñaron en el colegio.