Errores que he cometido emprendiendo

En el episodio de hoy quiero hablarte sobre el último error de esta serie que vamos a ver: querer rentabilizar un evento.

Recuerda que si tienes dudas sobre poner tus precios, organizar tus facturas, tus ingresos o disminuir tus gastos, y sobre todo, tienes muy poco tiempo de andar buscando en Google, puedes suscribirte a la Consultora donde podrás plantear todas estas dudas y ver las que han planteado otras personas.

¿Cuál ha sido el último error que he cometido como emprendedora?

Sí, como lees. Para cerrar el capítulo de errores que hemos estado viendo este verano, vamos a hablar del último que he cometido.

Además, lo haremos con un compañero de hazaña. Nahuel Cassino, era la otra parte visible de este proyecto que fracasó, a pesar de que las expectativas pintaban muy bien.

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En el episodio de hoy quiero hablarte sobre los impagos que no he reclamado, por qué no lo hice y qué se puede hacer al respecto.

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Cuando no reclamé los impagos

En todo el tiempo que llevo emprendiendo, he tenido varios impagos. Algunos más altos, otras más bajos… afortunadamente, ninguno ha llevado al negocio a la bancarrota.

Pero oye, es dinero que he generado, y al igual que presté el servicio, merezco el pago. Y si es así, ¿por qué no lo pedía?

Bueno, creo que aquí entraba en juego un problema emocional. En mi caso, el síndrome del impostor. Cuando más impagos he tenidos, bueno, no, cuando he tenido impagos, ha sido con mi primer negocio, y entonces me dedicaba a dar matemáticas. Sentía que me estaba metiendo en un campo que no era mío. Yo era economista, y no matemática. Y aunque en la carrera estudié muchas matemáticas, tenía la sensación de que no me correspondía ese papel.

Por supuesto, esa sensación no era en la superficie, sino en el fondo. Ahora, lo veo claro, en su momento, está claro que no.

Esta creencia, me paralizaba y no conseguía defender mis derechos.

Cuando sí reclamé mis deudas

Por supuesto, no siempre me acobardaba tanto. Había veces que me sentaba tan mal, que pasaba por encima del síndrome del impostor y todo lo que hiciera falta.

Pedía el pago, de buenas. Y no lo obtenía. A cambio recibía una excusa, un «mañana sin falta» o algo así. Lo volvía a intentar, de buenas. Tampoco.

Lo intenté una vez más, siempre de buenas, y no conseguí el pago que se me debía. Eso sí, el cliente seguía disfrutando del servicio.

Le dije de buenas, que hasta que no pagara, no podría volver.

Nunca más supe de él.

Qué pasa cuando no te pagan

Bueno, como este caso, hay ocasiones, en que por más que lo intentas, no te pagan.

Creo que es un riesgo con el que debemos vivir. Sin más. Son gajes del oficio.

Habrá ocasiones en las que por mucho que hagamos, no consigamos que nos paguen lo que nos deben. En ese caso tenemos varias opciones que hacer:

• Podemos generar provisiones para facturas impagadas: depende de la empresa y del tipo de negocio, quizá es una necesidad. Es cierto, que una emprendedor pequeño, no tenga margen suficiente para hacerlo, y no le quede más remedio que asumir el impago.
• Podemos recuperar el IVA

Recuperar el IVA de una factura impagada

Resulta que tú pagas el IVA cuando se emite la factura, independientemente de cuando se cobre. Ésto, por cierto, es una de las dudas más preguntadas por mis clientes de gestión fiscal.

Esto quiere decir, que quizá has pagado el IVA de una factura, que finalmente no vas a cobrar. Bien, ¿y en ese caso?

Bueno, en ese caso, puedes pedir a Hacienda que te devuelvan ese IVA que no has cobrado, siempre y cuando lo justifiques correctamente, y haya pasado más de un año desde la emisión de factura sin pago.

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En el episodio de hoy quiero hablarte sobre el error número 1 que cometí emprendiendo, y es, querer abarcarlo todo.

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No es que este error haya sido el primero que cometí. Tengo buena memoria, pero no llego a tanto. Se trata de el primero de una serie de errores que he cometido a lo largo de todos los años que llevo emprendiendo. Y es, ni más ni menos que el siguiente…

Quien mucho abarca, poco aprieta

Yo era profesora de matemáticas y economía para universitarios. Quería poco a poco, montar una academia. En aquel momento pretendía hacerlo poco a poco porque no tenía ni un duro, y no sabía que llamarlo lean era más chic que decir que no tenía para hacer una inversión inicial.

Como ves, el dinero era una preocupación en estos comienzos. Necesitaba dinero. Afortunadamente, conseguí alumnos muy rápidamente, y mi problema pasó de buscar clientes a fidelizarlos.

En estas andaba yo, cuando me contacta un antiguo alumno que había tenido muy buena experiencia conmigo, y quería que le ayudara con otra asignatura. En principio todo bien, parecía que había conseguido en parte mi propósito: fidelizar a este alumno.

El problema vino cuando me dijo cuál era la asignatura: no la había dado anteriormente, y de hecho, no la veía desde la carrera. Pero… necesitaba el dinero.

Bueno, esto que te cuento así, no sólo me pasó esta vez, sino muchas más después (a veces me cuesta tiempo aprender…). De hecho, me sigue pasando, y aunque ya no caigo tan fácilmente, sí lo hago de forma un poco más sofisticada.

¿Qué ocurrió cuando me metí en un berenjenal del que no sabía salir?

Al principio, a no ser que me pidieran lógica computacional, siempre que fuera una asignatura que había dado en la carrera, me metía. Como Manolete, tal cual.

Hubo veces que salió bien y la incorporé a mi repertorio. Resulta que no había olvidado tanto la asignatura y me sentía cómoda impartiéndola. Otras, en cambio, me salió mal y pagué las consecuencias.

¿De qué dependía que saliera bien o mal?

Creo que la clave estaba en la sinceridad, o mejor dicho, en no dejarme nada en el tintero. Es decir, cuando le decía al alumno cuál era la situación, y se lo planteaba como una ayuda al estudio, y no como una clase, solía ir todo rodado. El alumno sabía a lo que se atenía, yo veía los pormenores de una nueva asignatura que incluir en mi repertorio y conseguía el dinero, que era lo que me importaba.

En cambio, cuando no lo planteaba así, cuando creía que con lo que me acordaba de la carrera y un poco más que repasara mis apuntes era suficiente para poder impartir la asignatura, era cuando venían los problemas

Sudaba la gota gorda para sacar esa asignatura adelante. Me maldecía un montón de veces por haber aceptado dar esa asignatura.

Conclusión

Si no sabes torear, para qué te metes.

Esta frase podría resumir este error. Como decía antes, me ha pasado muchas veces. Cada vez menos, eso sí, pero todavía sigo cogiendo cosas que luego me arrepiento de haber cogido…. supongo que algún día aprenderé del todo.

Te dejo dos conclusiones, que quizá te sirvan para solventar este error si lo has tenido alguna vez:

1. Entiendo el agobio de necesitar el dinero, pero quizá sea mejor tirar con lo que ya se tiene por un tiempo más
2. Si a pesar de todo, decides meterte, sé consecuente con tu decisión, trata de volcar todo lo que sabes, y quién sabe, quizá consigas hacerte un experto en es materia.

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